Hoy hace 7 años del fatídico 11-M, miles de vidas destrozadas de manera directa o indirecta, víctimas todas ellas de una locura ciega, una sinrazón que lleva, a determinados seres humanos, a cometer atrocidades horrendas.
Este mundo es inmenso; pero a la vez parece como un pañuelo en el que estamos interconectados unos y otros. Si ya es triste de por sí enterarte de estas atrocidades, aún lo es más si conoces a una persona que viajaba en uno de esos trenes de la muerte.
A Ana Isabel la conocí en Tenerife, en octubre del 2000. Con ella y con su marido Jesús compartimos excursiones en guagua, visitamos el Teide, la orotava, un viajecito en Catamarán por el mar, viendo calas y delfines, coincidimos en Lanzarote, etc. Fruto de esas vivencias, hicimos una amistad que se sostenía en el tiempo a través de llamadas telefónicas y cartas. La última que conservo en mis manos data del 21 de diciembre de 2003, en la que además de felicitarnos las navidades, nos comunicaban que para mayo iban a ser papás de un bebe.Tenían pensado que si era niña la llamarían Aitana, y si era niño, Samuel.
Pero la monstruosidad de unos individuos arrancó de un plumazo los sueños de esta pareja y la de otros muchos. Esa misma tarde, aquel 11 de marzo, llamamos a Jesús. Fue muy duro, madre e hijo sobrevivieron apenas unas horas, nada más. Samuel no llegó a conocer la luz del sol. Lloré, sentí impotencia e indignación, fue un shock en toda regla, me emociono incluso ahora al escribirlo. Sólo sé que os llevo en mi corazón y en mi recuerdo, siempre.
No creo plenamente en la vida, el destino no me transmite confianza, a veces pega duramente, vivimos inmersos entre la crueldad y vulnerabilidad, sin dejar de lado el factor humano, que es capaz de tantas cosas buenas y malas. El positivismo es solo una coraza que nos colocamos para no sufrir, y del cual nos autoalimentamos… Todo es efímero, pero los recuerdos te marcan para bien o para mal, siempre estan latentes en el corazón, aunque los quieras borrar para siempre.